Un violento cosquilleo hace que cada músculo vibre al unísono generando sensaciones placenteras poco explicables, que no se detienen a pesar del esfuerzo. La boca hecha un desierto de dientes y arrugas mastica parsimoniosamente los sabores a arena dulce, sudor picante y chicles agrios.
El mundo es otro, se desvanece para sentir el cosquilleo, los sabores y el ruido punzo penetrante de un ave que chilla y respira en el ombligo de la cara para restar el deseo y éxtasis que se está experimentando. El mundo... el mundo se vuelve uno con el momento, se vuelve uno contigo, sí, contigo, tú, que observas el vacío y sientes palpitar a la ciudad. Tú, minúsculo paciente, tú, sirena, casa, carro, ciudad, eres uno sólo conmigo.
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