domingo, 31 de mayo de 2009

Del suelo y sus peripecias

Yo siempre estoy ahí.

Aunque me ignores, me patees y me relegues a una esquina de tu habitación. Yo siempre estoy ahí. Cada vez que te veo llorar trato de consolarte, pero tú solo me arrojas algún pañuelo arrugado, lleno de lágrimas, manchas de rímel y rubor. Observo tus molestias, siempre trato de calmarte y lo único que recibo de ti es un amargo golpe cerca de mi cara, no me importa, te comprendo porque yo guardo tus ilusiones rotas, tu olor, todas aquellas cartas que finalmente decides no enviar, se tus secretos, aunque nunca desees hablarme.

Seguramente te parezco desagradable, yo tan sólo quiero charlar, ser tu amigo y conocerte un poco más. Tú me escogiste, tú deseaste que estuviese aquí. Ven. Charlemos.











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