viernes, 24 de julio de 2009

Inhalar y exhalar


El cilindro blanco con manchas marrones relleno de espolvoreadas placeres espera paciente en una cabina acartonada donde más cilindros lo apretujan y no le dejan respirar. Todos están expectantes, rogando ser escogidos entre los demás para vivir y morir en menos de cinco minutos. Cuando la cueva se abre y permite ver los rayos de sol, unos finos dedos se encargan de elegir al afortunado para ser consumido; el escogido respira agitadamente, se embriaga del deseo que le produce ver cómo la mano lo acerca a unos labios, también rebosantes de la expectativa creada por el momento.

El cilindro vicioso comienza a quemarse liberando sustancias plácidas, las cuales recorren desde la boca hasta los pulmones generando un mareo inclemente y una satisfacción inmediata. El humo escapa por todas partes, grita por su liberación y vuelva alrededor de su consumidor, el vicio igualmente feliz se extingue paulatinamente en un movimiento reiterativo donde danza entre los dedos y la boca; al estar a punto de desaparecer lanza un último suspiro mientras flota en dirección al suelo y es aplastado, terminando así su momento. Los otros cilindros vibran de júbilo, envidia y pasión, se mantienen a la espera de ser escogidos y de la reanudación del ciclo, pero todo esto depende de la ansiedad y sus jugarretas.

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