domingo, 19 de julio de 2009

Enervantes prospectos

La sombra del hombre se difuminaba por en medio de los árboles flameantes de colores fosforescentes que penetrantes cortan los sentidos. Delineadores de figuras, donde aparece la sombra. El caminar de esta fluctuaba entre un zigzag, un mar de ondas que mareaban los equilibrios. En la silueta del rostro de la sombra se podía ver como no había más nada que hacer excepto caminar y respirar los colores tóxicos de nuestro alrededor. El hombre sombra camina, a veces más rápido otras más lento, todo dependía de la embriaguez de sus pulmones dispuestos a no parar. A la sombra no le importaba perderse entre los pequeños sonidos que llegaban a su oído y la hacían nadar, flotar y volar. Los sonidos no procedían de ningún lugar, salían y explotaban en el viento y eran percibidos por un oído expuesto. Eran acuosos, saltarines, verdes, marrones, asco, frío, no tenían ningún motivo preestablecido, así que la sombra trataba de definirlos, enjaularlos y comérselos porque habían unos que eran manchados cereales.

Por ser tantos ruidos, la sombra a veces se perdía entre ellos, sin poder percibir otra cosa que aquellos. La sombra camina errante tratando de entender su entorno, camina sin parar como si tuviese un sitio donde llegar, otras veces caminaba como si no pasase nada, como si su cuerpo inerte correteara de si mismo infinitamente. A través de la marcha, lo único que divertida al hombre sombra era escuchar los sonidos y sentir el zigzagueo que producía su camino. Mientras tanto, su cara tenía ese aspecto de llegada, pero nada podía identificarse como tal, la silueta ahora voltea, gira en todas direcciones buscando algo, tras la cuarta vuelta parece haberlo encontrado, camina en su dirección, le observa, lo palpa para comprobar si en verdad es esto, se detiene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario