jueves, 11 de junio de 2009

Odisea en miniatura

La pequeña hormiga corre, está apurada porque llegará tarde a trabajar y su jefe, a pesar de ser una de las hormigas más pequeñas de la colonia, sufre de ínfulas de grandeza y de arrebatos de ira, por lo cual es preferible estar siempre a tiempo. La apresurada refunfuña, camina más rápido, esquiva a las lentas orugas, las cursis mariquitas y los horrendos bachacos, trata de aminorar el tiempo, engañándolo con su agitada marcha, pero falla en su tarea. Observa el reloj de hojas que se suspende sobre su cabeza, le indica que quedan sólo dos minutos para las siete y piensa que jamás llegará, su frustración se intensifica a cada paso y así mismo su humor fluctúa entre el odio y la risa que le da imaginarse desde fuera.

Ella odia el calor y hoy está más fuerte que nunca, montarse en la luciérnaga que le sirve como medio de transporte, la refresca y le hace pensar cuanto le gustaría tener alas para llegar justo a tiempo, así envidia un poco a su avión, tan libre y sin calor, pero piensa que no se puede hacer nada, al menos tiene todas sus patas y antenitas completas. La luciérnaga llega al hongo estación y la apresurada paga rápidamente con una hoja moneda que es lo que cuesta el pasaje aéreo. Una vez más, reanuda la agitada marcha, aun le quedan tres cuadras para llegar. Mientras trata de caminar tan rápido como le dan sus patitas, se pregunta acusadoramente cómo se pudo quedar dormida y por qué su despertador nunca sonó, está molesta consigo misma y es por ello que trata de desviar sus pensamientos del gran descuido y enfocarse en el maratón.

El camino ahora es un poco engorroso, está lleno de montes, piedras y plantas que tapan sus ojos, es por ello que hace miles de recovecos para hacerse paso y poder avanzar. Observa que falta poco para llegar, detrás de la gran roca, a la izquierda de la flor marchita está su colonia, desde este punto del camino, puede divisarla y esto la tranquiliza un poco a pesar que la marcha siga en constante rapidez. Llega a la entrada de su colonia, trata de respirar un poco puesto que se ha quedado sin aliento, saca su tronco tarjeta de su pequeña ramita mochila, la pasa y piensa que es hora de trabajar, al fin.

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