No me compres un Mercedes Benz, no lo necesito ni lo quiero, menos lo espero. No me lo compres, sigo con el ritmo de un beat pegajoso producido por una canción llena de sexo, drogas, amor y paz. Ella me lo dijo, todo menos un Mercedes, todo menos entregarme dócil a la bestia palpitante con sobrenombre de materialismo o sociedad.
Para mi es mejor una Van, sólo por mi intenso afán de formar parte del cliché o mas bien, por el mero deseo de generar una máquina del tiempo que finalmente me transporte a Woodstock y a los lentes alucinógenos. No me compres un Mercedes Benz, pienso mientras un acento puertorriqueño me saluda. No me compres un Mercedes Benz, ¡te lo digo! Vamos, dile no al hito del consumismo, pero si lo tienes llénalo de flores como mi Van, envuelvo entre calcomanías que desafíen al sistema del modo más sutil posible. No puede ser, ahora quiero un Mercedes, deseo llenarlo de albahaca, papeles con olor a coco y encendedores con herramientas ocultas. Lo siento,Janis, me olvido de ti, puedes esperar, me rindo al Mercedes, adiós Van.