Corro tras la etérea ninfa, sus pies no tocan el inmundo suelo como los míos, anhelo capturarla. Detente, no escapes más, te deseo. Sigo tras ella, deja de huir -grito y como una dulce ráfaga observo como desaparece entre el rumor de los troncos. Quedo estupefacto, escudriñando todo a mi alrededor, ¿a dónde has ido?... Aquí te espero.
domingo, 27 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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Odio que me sucedan estas tonterías. Estoy en uno de esos bloqueos frustrantes que le pasan a aquellos que se atrevan a agarrar un papel y un lápiz, o en su defecto, un artefacto con teclas marcadas con el alfabeto para ensuciarlo con algo que tenga algún mensaje, pero no como esos publicitarios, no, uno marcado de forma y fondo, a veces, más de uno que de lo otro y otras todo lo contrario. Desafortunadamente, no sólo basta con que algo que es mal llamado inspiración llegué para poder plasmar alguna cosa coherente, necesita tiempo y meticulosidad. Hay que escoger las palabras más graves para decir las cosas más dulces y las más tiernas para las más amargas, si es que se quiere jugar un poco con aquel desdichado que lea esas (o estas) líneas. Se debe pensar en algo para relatar sin caer en la autobiografía porque, según dicen, ese es el tema de los que tienen nada que escribir. Es necesario buscar, observar todo con cautela y sumo cuidado. El mundo en sí mismo nos da las herramientas suficientes para crear cosas magníficas, lo que pasa es que nosotros apagamos nuestros sentidos ante los maravillosos sucesos que se tropiezan temerosos ante nuestra mirada y es así como caemos en el hondo hoyo de la falta de creatividad, ese donde, por ahora, estoy sumergida, pero no hace falta preocuparse mucho, yo seguiré blandiendo mi espada contra las cruentas sombras hasta encontrar una libélula que me entregue una resplandeciente palabra.
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